Reconstruyendo la esperanza


Después de perder sus pechos y ovarios, una historia cierra su ciclo con una técnica de tatuaje

1/28/2016, midnight
Reconstruyendo la esperanza

Para la mayoría de las mujeres, los senos son un toque de gracia en el cuerpo: simbolizan feminidad, finura, delicadeza, belleza e incluso llegan a formar un rol importante en la estabilidad emocional y hábitos cotidianos de una mujer.

En la cultura occidental, los pechos representan el amor maternal y hasta se les atribuye un poder social.

En el caso de las relaciones de pareja y la autoestima, una mujer se siente completa y perfecta cuando mira su escote.

Pero qué sucede con esta idea de perfección cuando una noticia cambia tu vida y te diagnostican 87% de probabilidades de padecer cáncer de mama. Apostar por la vida se traduce en someterte a una doble mastectomía, una decisión difícil que conlleva a la extirpación de las mamas, eliminando de tu cuerpo no sólo las glándulas mamarías, sino también los pezones y las areolas.

Esa vanidad típica de cualquier mujer se estrella de forma abrupta y el espejo se convierte en tu peor enemigo y el miedo se refleja en él, esperando una señal para que el dolor pueda cesar.

Azucena Méndez (38) esperaba esa señal, un vestigio de esperanza, desde febrero del 2014, cuando recibió una doble mastectomía a casi dos meses de haber sido también sometida a la extirpación de sus ovarios y trompas de Falopio.

Azucena recibió su primera dosis de cruda realidad en julio del 2013, cuando fue diagnosticada como portadora del gen BRCA1 (mutación causante de cáncer) debido a sus antecedentes familiares.

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Apostando a la vida

El fantasma de aquellos pechos que una vez existieron frente a su espejo la perseguía, sin saber que una técnica de tatuaje podría ayudarla a ganar la batalla interna.

“Cuando me dieron el diagnóstico, lo primero que pensé fue en lo que se me venía, recordé las etapas por las que mi hermana y mi madre pasaron cuando enfrentaron el cáncer. Me dio miedo y pensé en mis tres hijas y mi esposo. Yo necesitaba vivir por ellos”, narra Azucena.

Su vida después se convirtió en cifras: un 87% riesgo de cáncer de mama y un 67% de padecer cáncer de ovarios.

Para Azucena, la belleza de su cuerpo pasó a ser algo secundario y en su mente sólo giraban sus dos opciones, remover sus senos o someterse a exámenes con la esperanza de que el cáncer no se desarrollará. Ella tomó una decisión drástica que cambió su vida para siempre.

“Yo preferí que me quitaran los senos para evitar un cáncer, lo hice por mi familia. Mi esposo me apoyó; para él mi salud era más importante. Tuve miedo, pero más miedo me daba el cáncer”, comenta Azucena.

Batalla interna

La doble mastectomía marcó el comienzo de una batalla por la esperanza de volver a sentirse mujer, ya que el dolor físico no se comparaba con su dolor interno.

“El dolor no tiene explicación, no sabes si estar sentada o parada, pero cuando ya pasa te das cuenta que lo más fuerte es cuando hay que remover las vendas. Yo no quise ni verme al espejo, me daba miedo y tristeza lo que podría sentir o ver. Con mi marido, me volví tímida e insegura”, explica.