“No quiero huir más”


Mujer guatemalteca homosexual consigue santuario en iglesia de Austin

Marlon Gomez | 6/18/2015, midnight
“No quiero huir más”

Sulma Franco se enfrenta al peligro claro de ser deportada. Desde el pasado 18 de junio, la guatemalteca de 31 años se refugia en la iglesia “sin credo” Unitarian Universalist Church, donde la tradición cristiana se une con la fe de otras religiones para basar su congregación en los valores compartidos.

Ella, en cambio, es una mujer de fe en el cristianismo. A su Dios crucificado le agradece que no la ha abandonado y le pide fuerzas para reescribir su destino, porque “tiene que cambiar”.

Volver a Guatemala no es una opción. Con el viaje de regreso a lo que alguna vez llamó casa también llegaría el temor, el miedo a la muerte.

Para Sulma es tan difícil recordar la historia del hogar disfuncional donde creció, que luego de un largo silencio prefiere cambiar la conversación. Lo cierto es que salió de esa casa para estudiar psicología en la Universidad de San Carlos y trabajar como asesora financiera en un banco.

Pero en la universidad no pudo evitar convertirse en activista: ella es lesbiana y se unió a un movimiento que exigía igualdad de derechos para la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT). Eso fue razón suficiente para ser golpeada y abusada por ciudadanos homofóbicos y por las mismas fuerzas policiales. “En mi país no hay ninguna ley que proteja a las personas LGBT; allá corro el riesgo de ser rechazada y, peor aún, de ser maltratada y asesinada”, dice con voz entrecortada.

Discriminación con historia

“Salí de Guatemala por ser discriminada por mi sexualidad, vengo aquí a ser discriminada por ser inmigrante. Allá era vista como criminal por ser lesbiana, aquí me ven como criminal por buscar refugio”, es una frase que marca el reto que enfrenta Sulma Franco.

Pero su historia comienza en Guatemala, donde visitó la embajada de Estados Unidos para pedir asilo y su solicitud fue rechazada.

El miedo a vivir en el peligro la motivó a tomar una decisión igual o más arriesgada: cruzar la frontera ilegalmente. Así lo hizo en el año 2009, cuando cruzó como miles: atravesando el desierto sin visa alguna.

Primero se radicó en San Antonio, pero tres meses más tarde se mudó a Austin donde encontró un empleo haciendo labores de limpieza en una tienda. “El dueño vio mi empeño y me dijo que si aprendía inglés, él me pondría de cajera. En un mes aprendí lo necesario para atender a los clientes y así fui avanzando”, recuerda.

Pero también trae a colación una memoria importante: tan pronto tuvo el dinero, contrato una abogada para solicitar estatus de refugiada.

Además, al poco tiempo de estar en Austin conoció a una mujer migrante mexicana que se robó su corazón y desde entonces comparten la cotidianidad y también los sueños.

Sulma perdió su caso en la corte, pero estaba en proceso de apelación y aún así obtuvo permisos de trabajo y licencia de conducir. Ella y su pareja tuvieron dos empleos a la vez cada una para reunir el dinero y cumplir una meta: se convirtieron en empresarias y abrieron una ‘traila’ de comida de Guatemala llamada ‘La Ilusión’. Sólo la ‘traila’ está valorada en $18 mil, ya que querían un negocio de altura.