En la consigna de llevar nuestra alimentación hacia lo natural, las semillas han tomado relevancia. Se las comenzó a incorporar en preparaciones clásicas y se descubrió que no alteran el sabor de las comidas, pero sí aportan vitaminas, minerales y fibra. Las semillas ayudan a reducir niveles de glucosa, mejorar el tránsito intestinal y eliminar el colesterol malo.

• Semillas de linaza. Mejoran los cuadros de hipertensión y previenen enfermedades hepáticas. Deben consumirse pulverizadas para que sus propiedades se activen.

• Semillas de girasol. Son ricas en ácido fólico, ideal para mujeres en edad fértil. Y contienen vitamina E, antioxidante capaz de prevenir ciertos tipos de cáncer. Se comen crudas y sin cáscara.

• Semillas de calabaza. Por su contenido de magnesio y manganeso, promueven la salud de huesos y corazón y actúan como antiinflamatorio en enfermedades como artritis. Pueden consumirse crudas o tostadas.

• Semillas de chía. Las más empleadas, ya que al causar sensación de llenura, controlan la ansiedad por comer. Se esparcen sobre ensaladas, cereales o bebidas.

• Semillas de moringa. Poseen zinc, clave en la producción de insulina (sustancia que controla la diabetes). Hay que pelarlas para ingerirlas.