México celebrará las elecciones más grandes de su historia moderna el próximo domingo 1 de julio, día que los votantes de todo el país elegirán a un nuevo presidente; además de otros miles de cargos públicos. Los candidatos a la presidencia del país tienen sus agendas bien definidas, pero solo uno, Andrés Manuel López Obrador, ha concitado la simpatía de las masas, a pesar de las múltiples acusaciones de corrupción y de los temores de que un probable gobierno suyo sea de corte socialista al estilo Venezuela, Ecuador, Nicaragua o Bolivia.

Aunque México tiene una de las economías más sólidas entre los países latinoamericanos, en el país viven 53.4 millones de pobres, es decir, el 43.6 % de la población. La cifra es sorprendente, considerando que, según cifras del INEGI, el año pasado (2017) el valor de las exportaciones fue de 409.401 millones de dólares y las petroleras totalizaron 23,701.4 millones de dólares. Además, el 2017, diversas familias mexicanas en todo el país recibieron en total 28,771 millones de dólares de remesas de sus ciudadanos residentes en el extranjero.

La candidatura y el discurso de López Obrador han despertado la esperanza en millones de mexicanos que están hartos del PRI y del PAN, y que ven en el socialista al ‘salvador’ que necesita el país.

Es esa gran porción del bolsón electoral el que da por hecho el triunfo del candidato de izquierda (anhelo que ha sido atizado por las encuestas). Sin embargo, en un país como México, a las dudas sobre la veracidad de los sondeos (que aseguran que el candidato de MORENA ganaría ‘fácilmente’ la elección presidencial) se suma el miedo a un fraude electoral, potenciado por el propio López Obrador, que hizo graves acusaciones tras sus derrotas en los comicios de 2006 y 2012.