La fiereza del Ébola


Angela M. Angulo | 10/16/2014, 2:23 p.m.
La fiereza del Ébola

A las epidemias que han provocado la muerte de miles en África se suman casos de contagio en Estados Unidos. Las autoridades sanitarias de este país fallaron al aplicar los protocolos respectivos para contener el virus

Hacia fines de septiembre de este año, cuando el virus del Ébola no había alcanzado las dimensiones preocupantes que adquiere en estos días, Manuel Fontaine, director regional de la Unicef para el África Occidental y Central, lo advirtió claramente: ‘El Ébola convierte una reacción humana básica, como consolar a un niño enfermo, en una potencial sentencia de muerte’. Por desgracia, esa comparación se ha hecho real en los países más afectados (Sierra Leona, Guinea y Liberia) donde el virus avanza sin piedad.

En esas lejanas tierras el drama es palpable: hospitales que rechazan a quienes comienzan a presentar los síntomas (vómitos, diarreas, fiebre); gente acostada en las calles sin que nadie quiera acercarse a ellos; enfermos que se escapan de los centros de salud en busca de comida o de algún tipo de salvación. Todo el mundo toma distancia de los enfermos de Ébola por temor a contaminarse. Muchos de estos enfermos son niños que no entienden estas actitudes. Las lágrimas y la desesperanza reinan en los países afectados por el Ébola.

¿Por qué sufren este tipo de padecimientos las poblaciones de estos países africanos? La razón principal es que son territorios muy pobres que han sobrevivido a terribles guerras fratricidas, de las cuales no se han recuperado. Esa destrucción ha dejado una infraestructura sanitaria muy frágil, incapacitada para enfrentar una crisis que requiere de centros de internamiento bien equipados, con personal capacitado y trajes especiales para tratar el Ébola.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre la posibilidad de un contagio fuera de África hace meses, pero nuestras autoridades federales le restaron importancia al asunto aduciendo que era ‘improbable’ un contagio en este país. Error: ya son tres personas contagiadas (hasta el cierre de esta edición) y una de ellas falleció como consecuencia del mal. Nuestras autoridades sanitarias no supieron responder ante esta nueva situación y confiaron en que un brote de estas características podía ser controlado gracias a las costosas instalaciones hospitalarias que tenemos, a los recursos económicos del país, y a supuestos protocolos infalibles de prevención que, desafortunadamente, no se cumplieron a cabalidad.

Una catástrofe amenaza a los tres países martirizados por el virus mortal. A las víctimas mortales que la OMS y la ONU han advertido, y que se contarían por miles, se suma una devastadora consecuencia económica debido a la disminución del comercio, de los vuelos a la región afectada y de la caída del turismo. El golpe es contundente.

Por eso es admirable la acción tomada por organizaciones como Médicos sin Fronteras, Médicos del Mundo y la Cruz Roja Internacional, además de congregaciones religiosas de todo el mundo, quienes se han trasladado a las zonas afectadas para llevar alivio a cientos de enfermos.

Por otra parte, el Banco Mundial ha destinado 400 millones de dólares a esta crisis, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha concedido créditos por 130 millones. La filantropía se hizo presente con Mark Zuckerberg, creador de Facebook, quien puso de su bolsa otros 25 millones. En cuanto a la ayuda efectiva, médica, Cuba destaca con un envío de 461 médicos, que es lo que necesitan las poblaciones afectadas. Sin embargo, a pesar de esta movilización de capital humano y económico, el apoyo no es suficiente. Se necesita más para controlar la epidemia en los países africano, tan olvidados por todos nosotros. Se necesita de una acción coordinada por los gobiernos que cuenten con los recursos necesarios para ayudar efectivamente.

EL DATO: Sierra Leona, Guinea y Liberia, los tres países más golpeados por la crisis del Ébola, están en la lista de los 10 países más pobres del mundo. Al menos 3,700 niños quedaron huérfanos.