Un millón de ausencias
Agencias / Cortesía | 4/21/2022, midnight
Dos años y casi un millón de muertes después, la pandemia redujo su contagiosa intensidad y, gracias a la vacunación de gran parte de la población, estaría en línea recta hacia un intervalo alentador que convertiría a la peste en una afección permanente que debe ser estudiada por expertos en virología.
Perder a una persona querida, y quizás conocida en la comunidad, es doloroso. Y ese dolor lo han experimentado todos aquellos vinculados al casi millón de víctimas registradas en este país hasta la segunda quincena de abril. La pandemia no ha ‘terminado’, por lo que en las próximas semanas las muertes provocadas por el coronavirus sobrepasarían esa cifra.
Cuando empezó la pandemia no se tenía conciencia de la magnitud de la amenaza. Sin embargo, ola de contagios tras ola de contagios, el COVID-19 produjo una despiadada cronología de muertes que siguió de cerca el Coronavirtus Resource Center del Johns Hopkins Hospital, reportando a diario las cifras dejadas por un trastorno respiratorio desconocido que comenzó a propagarse rápidamente, provocando decesos, contagios y recuperaciones en todo el país.
El 14 de diciembre del 2020 se vacunó contra el COVID-19 a la primera persona en Estados Unidos: una enfermera de New York. Hacia fines de ese año, la pandemia parecía estar perdiendo fuerza, hasta que los gobernadores estatales –como Greg Abbott– decidieron levantar las restricciones que imperaban y recrudecieron los contagios.
En los dos peores años de la pandemia, con el temor haciendo presa de la población, las autoridades de diversos países comenzaron a descubrir que el coronavirus presentaba variantes: alpha en Reino Unido; Beta en Sudáfrica; Gamma en Brasil; delta en India; y ómicron, en simultáneo, en varios países del orbe.
En este contexto, médicos y enfermeras peleaban por las vidas de sus pacientes y por sus propias vidas. El personal de hospitales y clínicas fue, es y será, imprescindible y vital en situaciones extremas como la que aún vivimos. Junto a ellos, demostraron su valía las personas dedicadas a la limpieza de las instalaciones médicas; el personal de supermercados y restaurantes; la policía; y los transportistas de productos básicos para el consumo humano.
Las cifras de decesos y contagios se ha reducido gracias a la conciencia de las personas que optaron por vacunarse, pero la lucha por contener la peste no ha terminado. La vacunación es importante porque cuanto más se propague el coronavirus, más probabilidades tiene de mutar. Hasta el cierre de esta edición, las modificaciones del COVID-19 han tenido consecuencias mínimas, a pesar de ser mortal para determinadas personas. Lo único que puede ayudar a la comunidad científica que lucha a diario por neutralizar esta amenaza a la Humanidad es que la población opte por vacunarse con todas las dosis recomendadas.
EL DATO
La ómicron es la variante que la Organización Mundial de la Salud considera ‘preocupante’ dada su alta transmisibilidad.