La pandemia de COVID-19, que en este país ha provocado la muerte de más de medio millón de personas, dejó hasta febrero pasado entre 37,300 y 43,000 niños sin papá o mamá, según estimaciones de la Stony Brook University publicadas en la revista JAMA.

El estudio advierte que los niños que pierden a uno de sus padres corren un riesgo elevado de sufrir un duelo traumático, depresión, malos resultados educativos, muerte involuntaria y tentativa de suicidio, consecuencias que pueden persistir hasta la edad adulta.

Los autores del informe comparan esta situación con los atentados terroristas contra las Torres Gemelas del World Trade Center de New York en 2001, asegurando que dicho siniestro dejó a 3,000 niños sin uno de sus dos familiares. Además, el estudio advierte que las pérdidas provocadas por la pandemia se dan en un momento de aislamiento social, dificultades de funcionamiento en las instituciones y problemas económicos que pueden dejar a los niños en duelo más profundo sin el apoyo que necesitan.

El estudio combina datos sobre la mortalidad durante la pandemia con información sobre las redes de parentesco para cuantificar la cantidad de niños y adolescentes entre 0 y 17 años que han perdido a uno de sus padres. De este modo, concluyen que la pandemia ha dejado, en un año, entre un 18 % y un 20 % más de huérfanos que lo que suele ser habitual en estos casos.

El informe también sostiene que los niños afroamericanos son los que más se han visto afectados y detalla que si bien representan el 14 % de la población, un 20 % de estos niños ha perdido a, al menos, uno de sus dos padres. El informe de la Stony Brook University concluye que las consecuencias para los niños que nacieron o crecieron en la pandemia son graves: desde el aumento de la violencia física hasta la inseguridad alimentaria. El estudio concluye que se necesitan reformas radicales para abordar las consecuencias sanitarias, educativas y económicas que afectan a los niños, particularmente durante este período.

EL DATO

Con o sin pandemia, los niños que viven en territorio continental estadounidense están experimentando cada vez más la muerte de los padres, lo que puede tener consecuencias graves y duraderas.