El cuento chino de Donald Trump


Roberto Angulo | 5/7/2020, midnight
El cuento chino de Donald Trump
PELIGROSO. Acusar al gobierno comunista de China de crear el COVID-19 podría tener consecuencias catastróficas si se decide por la agresión militar sin presentar pruebas. |

Las teorías conspirativas son interesantes cuando se trata de novelas de misterio o policiales. En el ámbito literario, esas suposiciones, muchas veces exageradas, son deliciosos ingredientes de una trama interesante.

Fuera del mundo creado por las letras, las teorías conspirativas deberían ser solo demostraciones de las garantías que ofrece la libertad de expresión. Desafortunadamente, no es así. Vivimos tiempos en los que ser ‘conspiracionista’ da réditos pecuniarios, como los ignominiosos casos de Alex Jones o Rush Limbaugh; o electorales, como ha demostrado Donald Trump, el gran propagador de hipótesis y conjeturas descabelladas, que resultan peligrosas por tratarse del presidente de la, aún, primera potencia del mundo.

La más reciente conjetura del presidente es muy peligrosa, no solo para este país, también para el mundo.

El presidente insiste, en apariciones ante la gran prensa del país cada vez más bochornosas y pusilánimes, con que el COVID-19 fue creado en un laboratorio de virología P4 de Wuhan (China). El argumento tiene su origen en la distorsión de un hecho respaldado por la comunidad científica: la secuencia del genoma del nuevo coronavirus es similar en un 80% a la del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y en un 96% al coronavirus del murciélago. Para lograr el COVID-19, se ha debido manipular el SARS y el coronavirus de los quirópteros.

Con la sutileza de un choque de trenes, Trump dice tener pruebas contundentes que demostrarían la validez de sus acusaciones.

La primera respuesta a la temeraria afirmación presidencial llegó el 21 de abril. La Organización Mundial de la Salud (OMS) desmintió la versión ‘trumpista’. La OMS aclaró que el reservorio natural del virus SARS-CoV-2 (denominación científica del COVID-19) eran los murciélagos y que de allí llegó a una especie ‘intermediaria’ desde la que saltó al hombre.

Por fortuna, voces dentro del aparato de gobierno también desmienten la arriesgada afirmación del presidente.

El pasado 30 de abril, U.S. Intelligence Community anunció que el COVID-19 se originó en China, pero no fue creado por el hombre ni modificado genéticamente. Mark Milley, máximo general del Pentágono y director del Estado Mayor Conjunto, ha dicho que el peso de la evidencia indica que el COVID-19 apunta a orígenes naturales, no a un laboratorio chino.

El doctor Anthony Fauci, cabeza del National Institute of Allergy and Infectious Disease desde 1984, e integrante del Grupo de Trabajo de Lucha contra el COVID-19 que dirige el vicepresidente Mike Pence, también descartó que el nuevo coronavirus haya ‘nacido’ en un laboratorio.

Lo que se investigará cuando la pandemia sea controlada, es si el COVID-19 ‘saltó’ de un mercado de venta de carne de animales exóticos a los seres humanos o si una mala contención provocó su ‘escape’ del laboratorio chino en cuestión. Estas dos opciones del origen de la pandemia, respaldas por especialistas estadounidenses, civiles y militares, distan mucho de la versión que difunde Donald Trump.

Convocar a la tragedia

La ‘idea’ presidencial ya fue inoculada en la población estadounidense y ha hecho efecto en sus seguidores. El gran problema con difundir esta teoría conspirativa específica, y la posibilidad de tomar medidas hostiles sin haberla demostrado con pruebas fehacientes, es que las consecuencias podrían ser catastróficas para el mundo.

Si las 72,050 muertes en territorio estadounidense (hasta el cierre de esta edición) son endosadas al COVID-19, y éste coronavirus fue, en el supuesto negado, creado en un laboratorio chino, sería un motivo incuestionable para declarar la guerra a China. No hacerlo sería humillante y hasta cobarde, dada la presunta gran agresión contra este país.

Si eso sucede, se activarán los acuerdos y tratados militares de los países en disputa. En ese terreno, aunque Estados Unidos es una potencia militar, estaríamos en desventaja. China tiene el respaldo castrense de Rusia. Los dos gigantes, que han crecido exponencialmente en las últimas décadas, tanto en lo económico como en lo militar, podrían hacerle mucho daño a la población del país en que vivimos. Y si consideramos que Donald Trump tiene el poder de lanzar una ofensiva nuclear, entonces perderá el mundo.

Esa sola posibilidad hace urgente sacarlo de la Casa Blanca. No podemos vivir temerosos de que un escenario bélico así pueda hacerse realidad. El gobierno comunista de China tendrá que rendir cuentas, y para eso se necesita de la presión global. Para que ésta sea efectiva, Estados Unidos debe ser representado por un presidente que convoque a la paz y al entendimiento, no a las hostilidades ni a la provocación idiota y fútil.

DEBE SABERLO

Las negociaciones comerciales con China debían hacerse en privado y no a través de agresivas publicaciones en Twitter, cómodas conferencias de prensa ni entrevistas complacientes en Fox News. Las relaciones internacionales son un ajedrez geopolítico que Donald Trump ignora vergonzosamente.

EL DATO

Según una reciente encuesta de Pew Research Center, 29% de los estadounidenses creen que el COVID-19 fue creado en un laboratorio chino; de ellos, 23% considera que fue intencional y 6% accidental.

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