¿Vale la pena emigrar y dejar a tus hijos solos?


REDACCION EL MUNDO | 3/5/2020, midnight
¿Vale la pena emigrar y  dejar a tus hijos solos?
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Solo en Nueva York viven más de un millón y medio de dominicanos. En Republica Dominicana, muchos niños son hijos de Dominicans York, como decimos a los compatriotas que emigran a esa ciudad. Ellos se van en busca de un mejor futuro. Muchos provienen de familias pobres, pero incluso los profesionales también hemos emigrado.

Los padres desean que sus hijos tengan lo que ellos no tuvieron, pero lo que sucede es muy triste cuando buscan “una visa para un sueño”, como dice mi amigo Juan Luis Guerra.

A esos pequeños no les falta nada que pueda comprar el dinero, pero emocionalmente les falta todo. Se sienten abandonados por sus padres, no “pertenecen” a ninguna familia y es frecuente que rueden de un lugar a otro como una pelota. En algunos casos, encuentran el afecto de abuelos o tíos, pero nadie puede sustituir el amor de padre o madre.

Esta tragedia humana se origina en muchas cosas: corrupción de los gobiernos, desigualdad social, falta de trabajo, malas escuelas, gran inflación y violencia y cuestiones políticas que dan asco. Estos padres se sienten acorralados, ¿qué pueden hacer para no dejarlos? Si ellos no se van, sus hijos están condenados a la falta de oportunidades y, a veces, de comida, ropa, libros, medicinas. En fin, a repetir las carencias. No es que no amen a sus hijos, sino que simplemente no tienen más opción.

Los psicólogos sabemos que todo lo que quieren para sus hijos es fundamental para su futuro, pero si un niño no tiene estabilidad emocional, no tiene absolutamente nada. Así, el pequeño termina perdido en depresión, relaciones que no funcionan al crecer, intentos de suicidio, consumo de drogas y miles de cosas más.

Viví esto en mi consultorio en Santo Domingo. No hay estudios que puedan decirme lo contrario, pues atendí a miles de hijos de Dominicans York. Jovencitas embarazadas por buscar el afecto de alguien, o de manera inconsciente tratando de llamar la atención para que sus padres vuelvan y la “rescaten” de esa dolorosa vida.

Los padres también sufren. Aman a sus hijos, y en esa hermosa y dura ciudad de Nueva York, sueñan cada día, dentro de su soledad y depresión, con poder traerlos alguna vez y formar una verdadera familia. Sin embargo, toma tiempo y dinero, sin hablar de lo difícil que es conseguir esa “visa para un sueño”. Pasan los años, pero los niños se mueven, no pueden echar raíces en ninguna parte.

Por eso, me da impotencia cuando un joven mata a sus profesores y compañeros de escuela y veo en los noticieros: “aún no se sabe por qué lo hizo”. ¡Cuánta ignorancia emocional! El joven que se convirtió en un monstruo y asesinó a varios inocentes, no salió de la nada. Lo creamos nosotros.

Los niños no nacen malos ni delincuentes. Esta maldita sociedad injusta, centrada en cosas que no son importantes, es la responsable. La desigualdad económica, los abusos de los poderosos, la falta de una verdadera educación y el analfabetismo emocional, son los responsables. O sea, todos lo somos. Fundamentalmente, quienes no hacen nada y a quienes elegimos para que hagan algo y son los que menos hacen: los políticos.

Quien se sienta libre de pecado, que tire la primera piedra. Yo, por lo menos, lo denuncio constantemente, es mi deber. Quizás ahora usted entienda por qué hablo de política, la responsable de la mayoría de los problemas humanos.

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