La migración criminalizada


Agencias / Cortesía | 7/11/2019, midnight
La migración criminalizada
HUYEN. La emigración de los países del Triángulo Norte ha crecido en las últimas dos décadas hasta alcanzar los 3.1 millones de personas en 2015, algo más del 10% de su población total, según un informe de la CEPAL. Según cifras del Departamento de Desarrollo Social de las Naciones Unidas, en 2015, el 89% de los emigrantes salvadoreños, 87% de los guatemaltecos y 82% de los hondureños residía en este país. Independientemente de las políticas migratorias de la Administración Trump, la situación social y económica de los países centroamericanos obliga a la gente a migrar. |

La migración que llega a la frontera sur del país desde Honduras, El Salvador y Guatemala no es un fenómeno reciente; sin embargo, una serie de acontecimientos ocurridos en las últimas semanas han expuesto los peligros que enfrentan los migrantes en su intento de llegar a este país con el objetivo de empezar una mejor vida. Además, el tema migratorio ha reingresado a la agenda nacional debido a la política de deportaciones masivas, criminalización de la migración indocumentada y racismo exacerbado.

Los factores que empujan a los centroamericanos a este peligroso viaje son las crisis económicas recurrentes, la desigualdad social y los gobiernos corruptos, además del incremento en los niveles de violencia y en la actividad del crimen organizado. Centroamérica es una de las partes del mundo con mayores tasas de homicidio. En la ecuación también están presentes las recurrentes afectaciones ambientales debido al cambio climático, y una población joven que no es absorbida dentro del campo productivo de sus países.

La pobreza y la violencia social han ocasionado una caída de las expectativas en la vida en Centroamérica. Por ejemplo, entre el 2000 y el 2004, el 60% de los hondureños tenía buenas expectativas de bienestar para sus hijos. Una década después, estas expectativas cayeron a menos del 30%. La percepción es similar en países como El Salvador y Guatemala donde cada vez son menos optimistas.

Estos tres países centroamericanos enfrentan una violencia que es significativamente superior al promedio latinoamericano. Según la base de datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre el 2010 y el 2015, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes fue de 81.5 en Honduras; 65.8 en El Salvador y 34.6 en Guatemala.

La violencia que vive Centroamérica es, en parte, resultado de la presencia que Estados Unidos tuvo y tiene en la región, ya que diversas administraciones hicieron todo lo posible por frenar las revoluciones en esta región, como la sandinista en Nicaragua, así como apoyar a gobiernos dictatoriales.

La consecuencia es que mucha gente, en los ochentas, migró a este país. Y aquí, entre las comunidades de centroamericanos, surgieron las mortales maras. En la década de los noventas hubo deportaciones masivas en las que cientos de ‘mareros’ fueron expulsados. Y cuando estas peligrosas pandillas llegaron a Centroamérica, encontraron Estados débiles, con muchas armas y con un terreno fértil para sus actividades delictivas. Eso desencadenó la actual crisis migratoria.

La militarización de la frontera sur no fue solo una acción estadounidense: en junio pasado, el gobierno del presidente mexicano Andrés López aceptó endurecer sus políticas migratorias, desplegando a más de 21,000 agentes de seguridad a sus fronteras. Las consecuencias del acuerdo migratorio entre Estados Unidos y México están por verse, pero los especialistas adelantan que nada detendrá la migración porque no ataca el problema, solo hará que la ruta migratoria sea más peligrosa aún y más costosa de lo que ya es.

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