El presidente Trump afirma que hay una crisis en la frontera entre Estados Unidos y México que solo puede ser resuelta si se invierten 5,700 millones de dólares en la construcción de una muralla fronteriza. Los Demócratas se niegan tajantemente a asignar ese dinero y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha declarado que el muro es una inmoralidad.

En este tema, la clase política está estancada en disputas de forma y no de fondo. El debate en Washington DC ignora la realidad de la frontera sur, donde los problemas no se pueden resolver con una barrera de cemento y fierros.

Los agentes de la Patrulla de Fronteras están deteniendo menos indocumentados que antes, un indicio de que la cantidad de personas que cruzan ilegalmente ha estado bajando desde el 2000. Pero mientras que la mayoría de los que ingresaban eran mexicanos que buscaban trabajo, ahora casi la mitad son familias y menores no acompañados que vienen de Centroamérica.

Cuando estas personas son detenidas no pueden ser enviadas de regreso a sus países de inmediato. El Gobierno Federal debe coordinar vuelos a sus países de origen y conseguir documentos de viaje, lo que toma tiempo, ya que muchos solicitan asilo en este país.

La cantidad de personas que piden asilo subió casi 70% del año fiscal 2017 al del 2018. Casi 93,000 personas adujeron razones para sentirse perseguidas por su raza, su religión, su nacionalidad, sus opiniones políticas o su grupo social, lo que constituye el primer paso en el proceso de asilo. En general, solo se aprueba el asilo en el 10% de los casos. Pero hay mucha gente esperando que se analicen sus casos. Las autoridades de la frontera adoptaron la política aceptar solo una cierta cantidad de solicitudes por día.

En estas condiciones: ¿Un muro servirá para algo? Los especialistas dicen que no, ya que los indocumentados que intentan cruzar la frontera a pie y por zonas inhóspitas son los menos. El verdadero problema son aquellos que se quedan en el país una vez vencida su visa. Las autoridades migratorias dicen que casi 740,000 persona lo hicieron en un reciente lapso de 12 meses. Y, según cifras oficiales, el 40% de los extranjeros que están en el país sin permiso se quedaron después de que expiraron sus visas.

En el 2017, la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno Federal registró que no había forma de medir qué tan bien funcionan los muros fronterizos. El informe indicó que el Gobierno había gastado 2,300 millones de dólares del 2007 al 2015 para construir muros o cercos a lo largo de 654 millas y más para repararlos. Aún así, la afluencia de inmigrantes irregulares se mantiene.

Pedir cinco mil millones de dólares para construir una muralla que cubra, apenas, 234 millas de línea fronteriza, es más un capricho presidencial. Y conociendo la personalidad megalómana de Donald Trump, no es descabellado pensar que lo que quiere en realidad es un monumento que registre su paso por la presidencia, un legado vergonzante que dañará zonas naturales y no servirá para cumplir el objetivo por el que sería edificado.

EL DATO

Muros y cercos cubren actualmente un tercio de las 1,954 millas de la frontera. La mayoría fueron construidos bajo la presidencia de George W. Bush. El presidente Trump quiere extenderlos y fortificarlos.