Desde que Jürgen Klopp arribó a Liverpool (en octubre del 2015) como director técnico del equipo del mismo nombre, ha devuelto a ese club inglés al protagonismo nacional e internacional. En tres años y algo más, el Liverpool ha disputado dos finales (una de Europa League y otra de Champions League), aunque las perdió ambas.

Actualmente, el club tiene 88 puntos en la liga británica, la mayor cantidad de unidades sumadas en la historia del club en una temporada desde que el torneo se llama Premier League, y es primero en la tabla.

Los equipos que dirige Klopp tiene un estilo agresivo, rápido y efectivo, agradable a los ojos de los aficionados y esperanzador para los hinchas y directivas de sus equipos. Pasó con el Borussia Dortmund (llegó a una final de la Champions League) y ocurre ahora con el Liverpool. Lo único que le falta al alemán son los títulos, que podría conseguirlos esta temporada: está en semifinales de la Champions y pelea palmo-a-palmo con el Manchester City en la Premier.

Como suele ocurrir en los equipos ofensivos, encontrar el equilibrio genera más de un problema. Pasó en las dos finales internacionales que jugó (perdió 3-1 en ambas). Por ello, el Liverpool no ha dudado en gastar lo necesario para conseguir una línea defensiva confiable.

Para la campaña 2017/2018, la directiva pagó casi 90 millones de dólares al Southampton por el central Van Dijk. El defensor holandés, dotado de un físico imponente, es sinónimo de tranquilidad. Para esta temporada, luego de la dolorosa caída ante el Real Madrid el año pasado, se reforzaron con el portero Allisson, quien está haciendo olvidar los errores de Karius. La inversión en refuerzos en el pasado mercado de pases fue de casi 170 millones de dólares.

El Liverpool encontró equilibrio en todas sus líneas y eso mejoró al tridente ofensivo más explosivo de Europa: Salah, Mané y Firmino. Los tres son responsables de las vertiginosas transiciones, contundencia goleadora y ahogamiento al rival desde que se pone en juego el balón.