Obligados a emigrar
Angela M. Angulo | 11/1/2018, midnight
La opulencia, el exceso de recursos y las oportunidades de trabajo son los principales atractivos para los inmigrantes indocumentados que viajan en masa desde Honduras, Guatemala y El Salvador hacia este país. Las redes sociales han realzado las bondades de vivir en Estados Unidos y la consecuencia de esa percepción es el inminente arribo de miles de hombres, mujeres, adultos mayores y niños ilusionados con ser parte del confort estadounidense.
DEBE SABERLO
La crisis social en Nicaragua podría sumar más tensión a la actual situación migratoria de los países centroamericanos.
El rechazo de la población mexicana y las advertencias lanzadas por el Gobierno Federal, tan cargadas de desprecio, no han diluido el entusiasmo de los marchantes. La mayoría son familias hondureñas que en su país son parte del alto porcentaje (70%) que está por debajo de la línea de pobreza.
La corrupción destruyó ese y los otros dos países que conforman el Triángulo Norte (Guatemala y El Salvador). Aunque son países que podrían exportar materias primas de gran calidad y vivir del turismo vivencial, dado que sus territorios son fértiles y hermosos, la violencia social (pandillas extorsionadoras, violadoras y asesinas) y la ineptitud política han postrado la ilusión de sus habitantes.
Así las cosas, la desesperanza, y luego la desesperación, han hecho presa de los más pobres, para quienes no hay beneficios ni trabajo que asegure una vida digna. He ahí el detonante de la huida.
La situación nos debería conmover porque, además de la gran caminata, de las condiciones climáticas, de la escasez de alimentos y de la gran incertidumbre respecto de su futuro inmediato, cada persona de la caravana de migrantes centroamericanos es una potencial presa de los grupos mexicanos de narcotraficantes, que son también traficantes de armas y de personas.
Si un cruce cuesta desde 6,000 dólares, cada persona es una eventual ganancia. ¿Cruzar gratis? No. Habrá un precio.
Pudimos hacer algo
Es necesario recordar que, en 2014, luego de la llegada de menores de edad a la frontera sur, la Administración Obama quiso atacar el origen del problema con el plan ‘Alliance for Prosperity’ (A4P), un esfuerzo por lograr el desarrollo y la erradicación de la pobreza de los países del Triángulo Norte.
El Congreso de la Unión aprobó los recursos que se estimaron necesarios para hacerlo realidad, pero el plan no dio frutos por la ausencia de apoyo político para atacar con fuerza y persistencia el problema. Ese fue el único intento sensato y lúcido para evitar caravanas como las que llegarán al país en pocas semanas.
La Administración Trump es indolente al problema. El presidente anuló el plan sin proponer solución alguna y se ha dedicado a incentivar el odio de sus votantes, como una estrategia desesperada a pocos días de celebrarse las elecciones del 6 de noviembre.
Trump agravó el problema centroamericano cuando decidió cancelar los TPS de El Salvador, Honduras y Nicaragua, ya que ese beneficio migratorio permitía que cientos de miles envíen dinero a sus familias en sus respectivos países. Cortar esa vital asistencia económica fue otro factor que puso en marcha el reloj de una bomba que reventará en la frontera sur cuando ese desesperado flujo migratorio llegue a pedir asilo.