La obsesión por el cuerpo perfecto
3/22/2018, midnight
Las personas que sufren vigorexia, un trastorno mental que distorsiona la imagen que los sujetos tienen de sí mismos, sienten que el espejo les miente siempre. Por lo general, las personas con vigorexia se ven muy flacos, con falta de masa muscular, por lo que empiezan a realizar mucho ejercicio para mejorar su cuerpo. Quienes padecen de vigorexia se obsesionan con el ejercicio, pueden realizarlo por varias horas y están constantemente en la búsqueda de programas de entrenamiento para mejorar sus músculos con el objetivo de agrandarlos. También suele vigilar cuidadosamente su dieta, la cual está basada en proteínas, suplementos y complementos alimenticios.
El problema es que estas personas recurren al consumo de complementos alimenticios no regulados con el fin de seguir agrandando su cuerpo, lo que los lleva a sufrir problemas físicos y mentales. Su percepción de la realidad está distorsionada.
Debido a la obsesión de estas personas, sus relaciones interpersonales se ven considerablemente afectadas porque sienten que no los entienden, que están en desacuerdo con ellos. Incluso hay quienes han perdido su empleo o familia.
No existen cifras respecto de este padecimiento pues, debido a que el ejercicio es visto como algo saludable y a que los pacientes por lo general no reconocen que tienen un trastorno, no se sabe exactamente a cuántas personas afecta en este país. Se sabe sí, que la proliferación de tendencias ‘fitness’, muchas de ellas impulsadas por las redes sociales, han aumentado los casos de este tipo de enfermedades.
Tal como sucede con otros trastornos relacionados con la imagen corporal, es muy difícil que los afectados lleguen a pedir ayuda por sí mismos; muchas veces lo hacen forzados por su entrenador o por un familiar. El tratamiento consiste en un proceso terapéutico para sensibilizar a la persona acerca de su imagen corporal a través de la psicoterapia, principalmente.
EL DATO
Es más común que los vigoréxicos inicien con este problema entre los 20 y 40 años y hay casos que ni siquiera llegan a ser diagnosticados.