La Administración Trump nos hizo retroceder en el tiempo
Angela M. Angulo | 4/5/2018, midnight
Tropas involucradas en una guerra interminable, estudiantes alterados, mujeres que protestan sin miedo contra el sexismo cínico, atletas afroamericanos que denuncian el racismo policial y las marcadas diferencias entre una población dividida por factores políticos, son elementos representativos de las pugnas de los años sesentas. Sin embargo, cincuenta años después, la sociedad estadounidense sigue luchando, ahora como antes, contra los mismos dilemas y contrariedades de aquel 1968 que registró dos asesinatos de alto perfil, disturbios callejeros, violentas manifestaciones, desorden y caos; un año repleto de conmociones extraordinarias que pensábamos superadas pero que se reeditan en 2018 por voluntad de la Administración Trump.
Los años sesenta fueron muy agitados. En 1968 se registraron dos asesinatos que sacudieron al país: primero fue Martin Luther King, líder de la lucha por los derechos civiles, ocurrido el 4 de abril en Memphis (Tennessee) a manos de un segregacionista blanco. Luego mataron al senador Robert Kennedy de varios disparos efectuados por un ciudadano palestino en Los Ángeles (California) el 5 de junio, la noche de su victoria en las primarias Demócratas. La muerte del pastor afroamericano desencadenó disturbios en las principales ciudades estadounidenses, incluida Washington DC. La de Kennedy permitió al Republicano Richard Nixon llegar al poder. En 2018 no se ha registrado el asesinato de ningún líder civil o político de alto perfil, pero sí se han disparado las matanzas de personas inocentes en todo el país a manos de ‘lobos solitarios’ que emplearon armas de grueso calibre conseguidas con gran facilidad.
Mujeres empoderadas
En 2018, como en 1968, las oportunidades de empleo para las mujeres tienen la desventaja del salario, que aún es desigual respecto de lo que gana el hombre. Y en cuanto a la dignidad del trato, este año ha sido tan decisivo como en 1968 (recuerden la protesta contra el Miss America realizado en Atlantic City), gracias al poder de los movimientos Time’s Up y #MeToo, que han sido fundamentales para conseguir cambios notorios en ciertas conductas cotidianas, aunque todavía insuficientes.
La gran diferencia es que ahora el acoso sexual, las insinuaciones insolentes y la agresión psicológica y física son reprobadas y condenadas por las mayorías y castigadas con gran detrimento de los agresores. Es importante resaltar que el renovado protagonismo de las diferencias laborales entre hombres y mujeres, y las denuncias contra las conductas ásperas y ordinarias de los varones machistas, no se dio como resultado de una campaña lanzada desde el Gobierno Federal sino en respuesta al cinismo del presidente actual, que se jacta (ahora menos que antes desde la denuncia de Stormy Daniels) de ser abusivo en su trato a las mujeres.
Belicismo interminable
En 1968, las protestas civiles arreciaban contra la guerra de Vietnam, que sería el conflicto más largo para Estados Unidos hasta su intervención en Afganistán en 2001. En 2018, las protestas, aunque mesuradas, apuntan a sacar a nuestras tropas de Medio Oriente, algo que la Administración Obama no hizo y que la Administración Trump no hará por razones geopolíticas.
El ultimátum estudiantil
En 2018, los estudiantes tienen dos motivos para salir a las calles a manifestarse masivamente: el control de la venta de armas de fuego y la legalización de millones de ‘dreamers’, siendo la primera la que más atención ha captado en el estadounidense promedio.
Este año, como en los sesentas, los estudiantes han hecho sentir su poder de convocatoria, con la diferencia de que ahora sus protestas podrían traducirse en un movimiento político decisivo, dada la proximidad de las elecciones de noviembre.
El desplazamiento nacional de la protesta ‘March for Our Lives’ puede ser el germen del inicio de la debacle de aquellos políticos que niegan cualquier posibilidad de lograr un acuerdo en el control del trasiego de armamento.
El año 1968 fue decisivo para un cambio de rumbo en la sociedad estadounidense. Hay quienes lo llaman ‘el año de la verdadera revolución social’ que moldeó la Nación en la que vivimos hoy. Y si entonces fueron las calles el escenario de las demandas civiles, este año serán las urnas las que definan cuál es el rumbo de la sociedad.
La diversidad se aprecia porque es enriquecedora, y en un sistema democrático de primer mundo eso debe respetarse. He ahí la importancia de las elecciones de noviembre.
La ‘mayoría silenciosa’ que respaldó al actual presidente puede reafirmar su poder electoral y consolidar la disociación del país provocada por él y por el liderazgo segregacionista del irreconocible Partido Republicano. Está en los jóvenes hartos de la indiferencia de un grupo de políticos calculadores, en las minorías decepcionadas del separatismo y la marginación, y en los inmigrantes saturados de ser estereotipados por su color de piel o sus creencias religiosas, el ganar la batalla social en las urnas.