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El santuario le salvó la vida


Marlon Gomez | 7/20/2017, midnight
El santuario  le salvó la vida
Sulma Franco. |

Siempre es incierto pensar en lo que ‘pudo haber sido’ de habernos quedado en nuestros países de origen, pero para Sulma Franco es claro que sólo habrían dos opciones posibles: la muerte o volver a emigrar. “No sé si estaría viva, pero si lo estuviera habría emigrado a otro país o habría encontrado la forma de regresarme porque siempre he sido muy luchadora”.

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Sulma Franco.

Sulma Franco es una guatemalteca de 33 años. Hace dos años, en el verano del 2015, fue protagonista de titulares de prensa a nivel nacional por buscar santuario en la Unitarian Universalist Church. Entonces, esta mujer enfrentaba un proceso de deportación que amenazaba con destruir el sueño por el que hace cinco años cruzó ilegalmente la frontera. “Tenía miedo, pero no estaba dispuesta a darme por vencida”.

Sulma es lesbiana. Ella recuerda que en Guatemala fue amenazada, golpeada y maltratada no sólo por personas homofóbicas, sino también por oficiales de policía, sólo por ser activista y defensora de los derechos de la comunidad LGBT.

Ella trató de pedir asilo en la embajada de Estados Unidos, pero al ser rechazada decidió emigrar sin documentos y en el 2009 atravesó sin visa el desierto entre México y Estados Unidos.

Como otras miles de personas, Sulma descubrió que el peligro en la frontera es real: por varios días fue retenida por bandidos, fue testigo de secuestros, violaciones, tráfico de drogas y asesinatos. Ella también fue víctima, aunque prefiere no entrar en detalles.

Libertad temporal

La Patrulla Fronteriza liberó a Sulma y a sus compañeros de cautiverio, solo para ser recluidos en diversos centros de detención para inmigrantes indocumentados. Al cabo de un par de meses, la guatemalteca obtuvo un permiso temporal para permanecer en el país mientras luchaba por obtener el ansiado asilo.

En libertad, aunque no plena, la guatemalteca logró iniciar una nueva vida. Trabajó en construcción, limpieza y en una tienda. En este país conoció a su novia y juntas comenzaron a construir una vida familiar, incluso lograron tener una ‘traila’ de comida.

En 2014, su abogada intentaba que Franco obtuviera una visa humanitaria pero cometió un error y envió al departamento equivocado las pruebas que demostraban el acoso que vivió y el peligro que correría su vida si regresara a Guatemala.

El resultado fue la negación de la visa y Sulma fue enviada de nuevo a un centro de detención por diez meses. “Fue una lucha bien grande; me querían deportar pero cada vez que me cambiaban de un centro a otro, contactaba al cónsul del área, hablaba con abogados y hacía nuevas peticiones”, cuenta.

Tras pagar una fianza de miles de dólares recuperó su libertad pero pocos meses después la orden de deportación llegó a su puerta. Eso la motivó a pedir santuario en una iglesia de Austin y allí permaneció, sin poder salir ni por un segundo, durante dos meses y medio.

“Lo más difícil fue depender de otros. Siempre he sido independiente y luchadora, pero por más de un año estaba en centros de detención recibiendo órdenes sin poder hacer nada y luego estuve encerrada en la iglesia. Fue frustrante vivir dependiendo de otros”.

Sulma es bienvenida

El Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS) le otorgó entonces un permiso de estadía por un año y su nueva abogada, quien logró que Sulma le contara los terribles detalles de su paso por la frontera, decidió abandonar la búsqueda de asilo y comenzó el proceso para solicitar una Visa T, que se le otorga a las víctimas de tráfico humano.

“Ese día regresé a la iglesia, miré el lugar que fue mi refugio y sentí nostalgia. Las personas de la iglesia me llevaron a cenar, hubo mariachis y celebramos. Esa noche decidí volver a dormir ahí. Al día siguiente fuimos al parque a comer, a jugar voleibol y a disfrutar del aire libre. Cuando llegué a casa le dije a mi novia ‘es hora de limpiar y poner todo en orden’”.

Así empezó otra faceta de su historia personal. Una vez más encontró trabajo en construcción, esta vez dedicada a la pintura, pero esto le ha servido para ahorrar y sentar una base para dar su siguiente paso. “Estamos luchando para volver a abrir nuestro negocio, muy pronto estaremos abriendo la ‘traila’ de comida de nuevo”, dice feliz.

Y es que nada detiene a esta luchadora. “Dios ha sido mi fortaleza, porque puedes luchar pero si no está Dios de por medio, no podrás lograr nada”, dice con convicción y se emociona al explicar que su visión no es sólo tener un negocio propio: “Cuando llegué a Estados Unidos no tenía experiencia ni papeles ni hablaba el idioma. Fue difícil para mi y empecé a hacer trabajos fuertes, pero hay muchas personas que no pueden hacer ese tipo de trabajos. Por eso me gustaría ser fuente de trabajo para aquellos que salen de los centros de detención en ese tipo de situaciones”.

Además, Sulma cuenta que entre sus planes también está organizar actividades benéficas para recaudar fondos que le permitan pagar multas a los inmigrantes indocumentados detenidos. “Esa fue una de las cosas más duras de mi experiencia, el no tener dinero. Tuve que vender todo lo que tenía y me endeudé para poder pagar la fianza y los abogados. Todavía estoy pagando esa deuda”.

Si bien muchas personas aceptarían el desenlace de esta historia como un triunfo y se dedicarían a luchar por sus sueños personales, la guatemalteca ha tomado la experiencia como una motivación para involucrarse más en la lucha de la comunidad inmigrante.

Actualmente, Sulma Franco trabaja como voluntaria en organizaciones como Grassroot Leadership; es mentora de refugiados con la organización Refugee Services of Texas y es voluntaria en organizaciones LGBT. “Hay mucha necesidad de información en la comunidad y se necesitan ejemplos. Los latinos somos muy incrédulos, pero cuando ven que alguien ha pasado por todo esto es más fácil pedirles que se informen y se involucren en la lucha. Muchos me apoyaron a mí sin conocerme y quiero hacer lo mismo por otros”, concluye.

El peligro natal

El miedo a regresar a Guatemala no era sólo una excusa para pedir refugio en este país. En los últimos dos años, Sulma ha recibido terribles noticias desde su tierra natal: desde maltratos a varios amigos; pasando por el secuestro de su hermana y hace algunos días, previos a la redacción de esta nota, la triste noticia de la muerte de su amigo Mynor Lemus, en un caso de asesinato aún sin esclarecer. Guatemala es uno de los países con más crímenes de odio contra la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT) en Latinoamérica, con un total de 76 asesinatos reportados en el 2016, además de decenas de ataques, asaltos, acosos y violaciones.

En pie de lucha

Sulma Franco permanece en lucha activa contra la ley SB4 y ha participado en protestas en el Capitolio y en cualquier lugar a donde pueda ir. “Es una ley drástica, humillante, racista y creo que es de odio abierto hacia la comunidad latina. Quienes la apoyan nos están diciendo en nuestras caras que nos odian y no nos quieren aquí, pero no se dan cuenta que somos parte de la construcción del país y de todas estas ciudades. Esta es una lucha fuerte y aunque en septiembre entre en vigencia, no podemos abandonar la pelea”.

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