Se dice que las niñas alcanzan la madurez antes que los niños, y aunque algunos estudios han avalado ese argumento, esto no se puede afirmar en su totalidad, ya que los menores están en plena formación física y mental. Por tanto, ambos tienen las mismas oportunidades de desarrollo. Sin embargo, el contexto familiar y el modo de crianza pueden hacer que uno madure antes que el otro.

Por ejemplo, en algunos hogares se le da más quehaceres a la niña que al niño. Esto hace que el cerebro de la mujer trabaje más rápido y pueda desarrollar varias tareas a la vez, algo que no sucede con el varón. Ahí radica la importancia de impartir un modo de crianza sin distinción de género.

Para que ambos tengan las mismas oportunidades de crecimiento, es importante darle a los hijos e hijas libertad para que tomen sus propias decisiones y asuman las consecuencias de sus actos. También es necesario mostrarles que todo tiene solución y que no se desesperen ante un problema.

Además, para reafirmar el carácter del niño o niña es necesario darle responsabilidades en casa según su edad (tender su cama, guardar sus juguetes). Finalmente, se les debe enseñar a desarrollar la empatía y a expresar sus emociones. ¿Cómo? Todos los días pregúntale cómo está, qué le molesta.