Abandonan sus países africanos y llegan hasta Sudamérica. Por lo general, a Brasil, Colombia, Ecuador o Perú. Desde ahí inician su periplo hacia territorio estadounidense. Pasan por Centroamérica y recalan en el sur de México. En Tapachula (Chiapas), ciudad fronteriza con Guatemala, descansan en un hotel mientras consiguen dinero para viajar a Ciudad de México y de allí a la meta final: Estados Unidos.

Los jóvenes migrantes africanos forman parte de una silenciosa oleada de migrantes que desde hace varios meses llega a México. Y aunque el Instituto Nacional de Migración (INM) dice no haber detectado una presencia importante de africanos en México, el número de migrantes de ese continente va en aumento. En el 2013 el INM detuvo a 545 personas provenientes de África. Dos años después, en el 2015, la cifra aumentó casi cuatro veces: los capturados fueron 2,045, en su mayoría somalíes.

Las personas que llegan desde África tienen un patrón distinto al de la mayoría de los centroamericanos que ingresan a México sin documentos migratorios. Muchos se entregan al INM para conseguir un oficio de salida. El documento les permite quedarse en México durante 30 días, sin riesgo a ser deportados y mientras consiguen la forma de abandonar el territorio. Otros permanecen unos días en hoteles de la ciudad, y luego se trasladan en autobuses o avión hacia la frontera con Estados Unidos.

La mayoría de africanos que llegan hasta la frontera sur de México son personas con más recursos económicos que los migrantes promedio, y en muchos casos también con un mayor nivel de estudios. AGENCIAS