La depresión es considerada una enfermedad y son millones las personas que la padecen en distintos niveles. Muchas, incluso, no lo saben, pero conviven con los síntomas y se lo atribuyen a cualquier razón, menos a la patología en sí: que a la personalidad, que a la naturaleza, que al clima (paisaje o altitud) de la ciudad donde nacieron, etcétera.

La depresión es la principal causa de discapacidad en el mundo. Más que cualquier otra enfermedad física o mental. Y si bien la depresión adolescente es la más común, en la realidad es un fenómeno que se da a cualquier edad. En Estados Unidos, el 10% de la población sufre de depresión. Es decir, alrededor de 32 millones de personas.

La ciencia aún no encuentra las causas de la depresión (que no es lo mismo que los estados depresivos ni de tristeza que experimentamos ocasionalmente). Pero hay indicios de que podría ser una condición hereditaria que surge por factores específicos que pueden desencadenar un episodio depresivo: fracaso sentimental, problemas en el hogar o económicos, padres separados, violencia u otros.

Entre las personas que sufren de depresión son muchos los potenciales suicidas (tienen la idea y hasta lo intentan) y el peligro aumenta, porque muchos padres no se dan cuenta que su hijo(a) necesita ayuda.

Los psicólogos recomiendan cinco puntos para tratar la depresión: En primer lugar, no críe a su hijo(a) sobreprotegido (forma personalidad vulnerable); ponga atención a las emociones de sus hijos y de sus seres queridos y escúchelos sin juzgar; observe estos cambios de conducta: tristeza sin motivo, dormir mucho o poco, falta de apetito, aislamiento voluntario, ya nada le gusta; finalmente, no deje solo(a) a una persona con síntomas de depresión, por el contrario: motívelo(a) y acompáñelo(la) a buscar ayuda médica. Si los síntomas son definitivos, debe buscar ayudar profesional.