Atrapado en las alcantarillas


La vanidad hizo que el narcotraficante más buscado del mundo sea recapturado por las autoridades mexicanas

Angela M. Angulo | 1/14/2016, midnight
Atrapado en las alcantarillas

El trato que recibe la dinámica de la política mexicana de parte de sus ciudadanos, en México y en el exterior, es uno emotivo. En ese sentido, la racionalidad en el tema político pasa por reconocer que a la emotividad no se le puede buscar (ni pedir) razones ni reflexiones; al contrario, cualquier razón que exista y explique los devaneos de la política nacional sólo se entenderá desde la perspectiva emocional. Pasa en México y en toda Latinoamérica.

Eso quedó demostrado con la reacción de una parte de la sociedad mexicana que minimizó la captura del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera (59) aduciendo que se trataría de una maniobra de distracción que cubriría la devaluación del peso mexicano y la caída del precio del petróleo. Más desconcertante aún es el respaldo que el narcotraficante ha recibido de parte de un gran porcentaje de ciudadanos mexicanos. Estas posiciones sólo pueden justificarse por el anticuerpo que les provoca el presidente Peña Nieto y el PRI, y por las supuestas ‘obras sociales’ que el narcotraficante habría realizado en pueblos del interior de Sinaloa.

Olvidan que ‘El Chapo’ Guzmán no es un millonario benefactor, controvertido y excéntrico. No. Es el líder de una organización criminal que ordenó terribles asesinatos contra bandas rivales, encargó la matanza de miles de civiles inocentes, policías y militares.

En ese sentido, y recordando su naturaleza despiadada, es que sorprende leer la entrevista que le hizo el actor Sean Penn a ‘El Chapo’ Guzmán para la revista ‘Rolling Stone’, ya que en ningún momento le encara al sanguinario narcotraficante todas las masacres y los miles de muertos que su organización perpetra en México; tampoco las consecuencias del flagelo que provoca la droga en la juventud mexicana y estadounidense, ni habla de la corrupción que provoca el dinero ilícito del cártel de Sinaloa en las autoridades y en las instituciones mexicanas, tan devaluadas actualmente. La entrevista se enfoca en ‘humanizar’ a un asesino.

EL DATO

Según el Departamento de Estado, Guzmán está acusado de tráfico de drogas y otros crímenes relacionados con el narcotráfico ante diversas cortes de Arizona, California, Texas, Illinois, Nueva York y Florida.

La calidad de la entrevista no está en discusión. Cómo llegó Sean Penn a ver cara-a-cara al capo, tampoco, ya que el actor, que esta vez fungió de periodista, no tiene la obligación de decirle a las autoridades estadounidenses cómo consiguió la entrevista con ‘El Chapo’ Guzmán. La situación de la actriz Kate del Castillo es distinta, porque su papel fue de mediadora entre el delincuente y el entrevistador. ¿Cómo consiguió ese nivel de intimidad? ¿Por qué tanta familiaridad con un prófugo de la justicia? ¿Ha recibido algún favor pecuniario de parte del capo por estas espontáneas relaciones públicas? El gobierno mexicano está obligado a investigar a la actriz y a resolver esos cuestionamientos.

Un sector de la sociedad mexicana pide que ‘El Chapo’ sea juzgado en Estados Unidos, en alguno de los Estados de la Unión que castiga con pena de muerte los delitos que se le imputan. Pero eso no sería posible, y no porque las autoridades estadounidenses tengan consideraciones especiales con el narcotraficante, sino porque la ley mexicana no permite extraditar a presos que puedan enfrentar la pena capital.

Guzmán Loera no puede quedarse en México a purgar su condena. De nada sirve anunciar que la nueva celda en la que estará encerrado el narcotraficante tiene refuerzos de metal que evitarán llegar a él a través de túneles. Debería ser extraditado hacia Estados Unidos, donde lo juzgarán con las garantías que se esperan de un proceso de esta dimensión y, de ser hallado culpable de todos los cargos que pesan sobre él, no habrá temor de que escape de la prisión estadounidense de máxima seguridad en la que será encerrado.

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