Baltimore, la ciudad que ahora está en el ‘ojo de la tormenta’ por el asesinato del joven afroamericano Freddie Gray (25), es el hogar de miles de inmigrantes latinoamericanos. El crecimiento poblacional de esta minoría ha sido sostenido en la última década: de 12 mil a 30 mil nuevos vecinos. La mayoría se concentra en una zona denominada ‘Upper Fells Point’, rebautizada ahora como ‘SpanishTown’. Destacan en el área restaurantes mexicanos y guatemaltecos, pero también hay representantes gastronómicos de otros países latinoamericanos.

Baltimore tiene una política de apoyo a los inmigrantes y por eso es una ciudad atractiva para la comunidad hispana. La alcaldesa Stephanie Rawlings-Blake invita a los inmigrantes a mudarse a Baltimore para contrarrestar la pérdida de población y así mejorar la economía de la ciudad. Esto nunca ha sido bien visto por Republicanos, activistas e instituciones antiinmigrantes, que la acusan de buscar el voto latino.

Algunos de los incentivos que ofrece la Ciudad de Baltimore a los inmigrantes que deseen mudarse son la posibilidad de comprar una casa con un pago inicial de 15 mil dólares; programas municipales que dan préstamos a empresarios para crear o mejorar un negocio, y agencias que les consiguen empleo. Las autoridades de Baltimore se aseguran de que la comunidad latina tenga las herramientas necesarias para lograr el éxito.

Los inmigrantes en Baltimore (legales o indocumentados) encuentran empleo, pagan impuestos y hacen crecer la ciudad. La consecuencia inmediata es que el aporte inmigrante le ha infundido un nuevo vigor económico a la ciudad y cada vez se abren más negocios. Hoy la comunidad latina apenas llega al 4 o 5% de la población de Baltimore, pero si continúa creciendo al mismo ritmo de los últimos 20 años se convertirá en un factor que ningún político podrá ignorar. Lo mismo sucederá en Austin y San Antonio.