El poder de las masas
Las elecciones intermedias fueron un castigo para los partidos tradicionales mexicanos
Angela M. Angulo | 6/11/2015, midnight
En el proceso de las elecciones intermedias del 7 de junio, cundió el hartazgo, la fatalidad, la decepción y la informalidad para arrojar resultados electorales inesperados que, en muchos casos, provocan más incertidumbre que certeza.
El PRI pasó a tener poco más de 200 diputados, catorce menos de los que logró en el 2012. Esa cifra obliga a pactar alianzas con otras fuerzas políticas para lograr la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional. El PRI deberá recurrir (otra vez) al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que no tiene ningún parecido ideológico con otros partidos verdes del mundo.
La elección de varios candidatos independientes en ciudades importantes del territorio mexicano fue un duro golpe para toda la clase política tradicional, especialmente para el PRI. Los votantes hicieron sentir su repudio a la masacre de Ayotzinapa, a las descaradas señales de corrupción gubernamental y a la impunidad con la que el narcotráfico sigue ejerciendo su violenta influencia en el país, entre otros graves problemas que martirizan a la sociedad mexicana.
El 7 de junio se eligió a 500 diputados federales; 9 gobernadores (Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora); 600 diputados estatales; 871 alcaldes y 16 jefes de delegaciones en el Distrito Federal, entre otras autoridades locales.
La izquierda no obtuvo los resultados que esperaba pero aún así tuvo varios triunfos electorales en la capital del país. El partido Morena obtuvo la mayoría de los 40 distritos locales para la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF); además, ganó en 18 distritos locales, mientras que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) lo hizo en 16.
¿Y el PAN? También sintió el frío del electorado: perdieron diputados federales y registraron una masiva derrota a nivel nacional, perdiendo municipios importantes en todo el país.
La confirmación de ese naciente desprecio hacia los partidos políticos organizados fue la elección de Jaime Rodríguez, un populista independiente que se convirtió en gobernador de Nuevo León por arrasadora mayoría, aunque nada garantiza que logrará el cambio que pide la población. Su gestión será monitoreada al milímetro por la prensa mexicana.
Las elecciones intermedias del 2015 podrían marcar un hito en la historia democrática de México, ya que estaríamos ante el inicio del ocaso de los partidos políticos tradicionales y el nacimiento de los movimientos independientes, que en otros países de Latinoamérica pasaron de la emoción y la esperanza a la sospecha y decepción, ya que nacen a partir del descontento de la población, sin propuestas de largo plazo.
La muerte de nueve candidatos y dirigentes políticos, y la ‘prohibición’ de ser parte del sufragio en algunos pueblos del territorio mexicano en los días previos al proceso electoral del 7 de junio, además de la incineración de decenas de urnas repletas de votos y la destrucción de propiedad pública y privada en pleno sufragio, opacan la importancia del mensaje del electorado mexicano, que pide cambios a sus autoridades, acciones concretas e inmediatas para corregir todo aquello que ha convertido al país más importante de Latinoamérica en lugar inestable por falta de voluntad política.