El pasado 23 de enero, el popular Cuauhtémoc Blanco registró su precandidatura a la alcaldía de Cuernavaca (Morelos) porque cree que puede lograr la mejoría de ese municipio en el periodo 2015/2018 si llega a ocupar el cargo. Las críticas no tardaron.

El apoyo tampoco. Pero lo cierto es que lo único que ha demostrado el ex futbolista como nexo con Cuernavaca es su credencial de elector. Lo demás es oportunismo puro. La conexión más profunda que tiene el ex ‘10’ de la selección mexicana con la localidad que pretende representar son las infrecuentes vacaciones que pasa ahí y nada más.

Por lo general, los políticos tradicionales son los que ponen su mejor cara utilizando en sus estrategias electorales a figuras del ‘deporte rey’ para captar la mayor cantidad de votos de la afición futbolera. Pero en este caso, el ‘candidato’ es una ex estrella del balompié mexicano. Un ídolo que en su mejor momento profesional hizo felices a millones. Ahora su popularidad será determinante para sus propósitos electorales. La popularidad versus el interés político, que no es otra cosa que el interés por el poder.

El fútbol es el terreno perfecto en el que los políticos buscan provocar ‘cortinas de humo’ que sirvan para disfrazar grandes problemas nacionales. La esfera política interactúa así con el balompié.

La candidatura de Cuauhtémoc Blanco no podía ser más oportuna (para el gobierno mexicano) ya que provocó un ligera distracción en el tenso momento político y social que vive ese país.