Una mujer que cambió el mundo: Concepción Arenal
Laura Carbonell | 4/3/2015, 8 p.m.
En el año 2014 y dirigida por Laura Mañá, se estrenó la película titulada Concepción Arenal, la visitadora de cárceles donde la actriz Blanca Portillo representa a Doña Concepción.
Tuve ocasión, y hasta privilegio, de verla en televisión, en dos capítulos que no me hubiera perdido por nada del mundo. Siempre que me acerco al madrileño Parque del Oeste me paro ante el monumento de esta insigne mujer del siglo 19 que tanto hizo por la educación del pueblo y por el bienestar y justicia de los presos y los pobres. Siempre me vienen a la mente los mismos pensamientos: querer es poder. Esta feminista demostró, con gran esfuerzo, tesón y trabajo, que romper moldes y trabajar para los más necesitados, valía la pena. “Todas las cosas son imposibles mientras lo parecen” escribió; y para ella nada le parecía imposible de conseguir.
Fue la primera mujer en asistir a una universidad española en el siglo XIX, cuando las facultades estaban vetadas a las mujeres. Disfrazada de hombre entró como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central en Madrid, en contra de la voluntad de la familia. Con atuendo masculino asistía a tertulias literarias y políticas. Luchaba así contra la segregación de la mujer.
Concepción Arenal Ponte nació en España en 1820 y murió en 1993, a los 73 años de edad. Huérfana de padre a los nueve años, la familia se trasladó a Madrid donde Concepción estudió en un colegio de monjas. Después pasó a la universidad. La educación, especialmente de mujeres y pobres, siempre le interesó. “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles” escribió pues creía que la educación remediaba muchos males.
Mujer de gran corazón decía que “el amor vive más de lo que da que de lo que recibe”.
Se casó en 1848 con el abogado Fernando García Carrasco con quien colaboró en el periódico liberal La Iberia. Pero el destino le reservaba la viudedad con dos hijos, a los 27 años. Escribió: “El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro”. Se traslada a Cantabria donde ayudó a fundar las Conferencias de san Vicente de Paúl para ayudar a los necesitados. “No se pierde el tiempo que se emplea en procurar hacer el bien”. Y por eso trabajó tanto en escribir y ayudar a los pobres.
Sabía que la bebida era el gran mal de la clase trabajadora, de los pobres, y por eso dijo: “El pobre se arruina en el momento que deja de ser sobrio”. En 1860 escribe su gran obra La beneficencia, la filantropía y la caridad que ganó el concurso de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, aunque hubo de presentarlo con el nombre de su hijo Fernando de 10 años.
En 1883 fue nombrada Visitadora de cárceles de mujeres y en 1868 se la nombró inspectora de Casas de corrección de mujeres.
Los siguientes títulos de sus muchas obras nos dan una idea del talante de esta mujer empeñada en “desfacer entuertos” sociales, como don Quijote:
Cartas a los delincuentes (1865)
Oda a la esclavitud (1866) Premiada por la Asociación Abolicionista de Madrid.
El reo, el pueblo y el verdugo o la ejecución pública de la pena de muerte (1867)
La mujer del porvenir (1869)
La igualdad social y política… (1898) y muchos títulos más.
Luchadora infatigable por la igualdad de la mujer, de clases sociales y por la justicia independiente; doña Concepción Arenal es un ejemplo a seguir para todos los que tenemos sensibilidad a la desigualdad de género y social. Nos dijo que “el mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas”.