“No importa el diagnóstico, confía en tu corazón”
Octubre es el mes internacional de la Lucha Contra el Cáncer de Seno
Marlon Gomez | 10/2/2014, midnight
El pequeño Jace tenía apenas cuatro meses de nacido, aún necesitaba que Gerra lo alimentara con leche materna, pero repentinamente su seno izquierdo empezó a sentirse duro, dolía y dejó de producir líquido. Ella supo que algo estaba mal.
Quizás el cáncer fue uno de sus primeros pensamientos y es que para ella no se trataba de un tema nuevo: su abuela, su madre, algunas tías y primas ya habían pasado por esto. De hecho, Gerra comenzó a practicarse mamografías a los 17 años. Pero a sus 26, solamente le preocupaba traer al mundo a su hijo y cuidarlo. La vida retó su fuerza.
“No tenía seguro médico, nadie quería ayudarme, pero un amigo que trabajaba como ‘bartendender’ me dio un cheque por $5 mil para que buscara asistencia médica”, cuenta.
En junio del 2010 le detectaron un tumor en el seno izquierdo y un mes más tarde la biopsia confirmó sus sospechas: tenía cáncer. Sus doctores confiaron en que todo saldría bien pero ella pidió que le removieran ambos senos.
El día de la cirugía todo debía ser sencillo, le extirparían las dos mamas y pondrían implantes. Gerra esperaba despertar “renovada”, “esa era una broma que le hacía constantemente a mis allegados, al menos podía estrenar senos”. Pero no fue así; al abrir los ojos divisó a familiares y amigos llorando a su alrededor, “los doctores les dijeron que el cáncer se había esparcido. Desperté y no tenía senos, por un momento estuve en shock”.
NO rendirse
Tras el nuevo diagnóstico, Gerra no lo pensó dos veces y se sometió a quimioterapias. Tuvo que renunciar a su trabajo, pedir ayuda a familiares y amigos para que cuidaran a su hijo durante los días de tratamiento y solicitó Medicaid como paciente oncológica. También pidió otras ayudas financieras para poder mantener su hogar y pagar las facturas clínicas.
“Apliqué a todos los créditos que existen, eso fue lo más difícil: no tener dinero y no poder trabajar, depender de otros financieramente”. Sí, para ella eso fue lo peor porque siempre supo que sobreviviría.
“No importa lo que te diga tu médico, tú en el fondo sabes que lo lograrás. Mi consejo a quienes deben luchar contra la enfermedad es mantenerse positivos, buscar la forma de reírse siempre y que los demás se rían también. Nunca quise que nadie sintiera lástima por mí, eso no lo habría soportado. Lo que siempre quise fue energía positiva a mi alrededor”, dice enfática Gerra.
Recuerda haber llorado una sola vez y haber puesto su vida en manos de Dios. De ahí en adelante, todo fue luchar sin dudas de que vencería.
Ella relata que durante todo un año debió someterse a las quimioterapias, en sesiones de hasta diez horas que aprendió a disfrutar; para ella eran momentos de estar en paz y no preocuparse por nada. Libros, pinceles y lienzos estuvieron siempre con ella hasta el día que le retiraron la vía intravenosa. “Ir a ‘quimio’era como mi spa, pero ese día supe que había terminado una etapa, que había sobrevivido”.
De por vida
Gerra, quien hoy es maestra de inglés, también debió ir a quirófano seis veces más para la reconstrucción de sus senos. Quizás esa era la parte que menos le agradaba de su físico, porque asegura que se veía bella sin cabello. Incluso, muestra sus fotografías de aquellos momentos con cierto orgullo.
Pese a que sus tratamientos post cáncer la hicieron atravesar la menopausia a los 27 años, también lo tomó como un chiste, aunque asegura que durante un tiempo el medicamento la hizo estar amargada. A sus 30 años está segura de que ha ganado una batalla y que no tendrá que repetirla. Ese optimismo y tres pastillas la acompañan cada día y así será por el resto de su vida, la misma que disfruta al máximo y se nota en su radiante sonrisa.