Las plantas procesadoras de carne del país se han convertido en el caldo de cultivo perfecto del COVID-19, que una vez que contagia a varios trabajadores se expande sin freno por la comunidad, como es el caso de la planta de Smithfield (Dakota del Sur), con más de 500 casos confirmados y que ha transformado a ese Estado en un nuevo foco de infección.

Solo en marzo pasado, el presidente Donald Trump otorgó quince permisos a fábricas avícolas para que las líneas vayan más veloces y se procesen más pollos por minuto, a pesar de que grupos como Human Rights Watch (HRW) han advertido del potencial aumento de quemaduras y la pérdida de dedos entre los trabajadores. Además, el presidente ha emitido un decreto para obligar a la industria cárnica a seguir operando, lo que cada vez es más difícil debido a la gran cantidad de empleados que han enfermado.

Las plantas procesadoras de carne suelen estar ubicadas en zonas rurales, tradicionalmente más conservadoras y donde el inglés es la lengua que se usa para las comunicaciones oficiales, por lo que algunos trabajadores (indocumentados, por lo general) apenas han podido acceder a información sobre la pandemia o sobre ayudas económicas.

Antes de la pandemia de COVID-19, sindicatos y organizaciones como National Employment Law Project (NELP) ya habían denunciado que la Administración de Trump había debilitado las pocas normas que existen para garantizar la seguridad y salud de los trabajadores de la industria cárnica.

Con la pandemia encima y haciendo estragos en la población, el presidente Trump priorizó el suministro de carne emitiendo un decreto que obliga a las empresas a seguir operando, aunque muchas se han visto en la necesidad de cerrar porque los trabajadores están enfermos o se ausentan porque no se sienten seguros.

DEBE SABERLO

Las dos mayores empresas cárnicas del país, JBS USA y Tyson Foods, aumentaron sus beneficios en el 2019, ganando en conjunto 12,678 millones de dólares.

LAS CIFRAS

Estados Unidos es el país en el que la población consume más carne: unas 265 libras al año en promedio, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).