Cada año, centenares de inmigrantes indocumentados mueren tratando de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. El desierto cobra sus vidas cansadas y deshidratadas, en muchos casos como causa del abandono de los coyotes que los dejan a su suerte.

Campesinos son quienes generalmente encuentran sus restos, pero muchas veces no son identificados y sus familiares aún se preguntan qué fue de sus destinos. La mayoría no es reclamada.

En el 2013 un equipo de antropólogos forenses de la Universidad de Baylor y la Universidad de Indianápolis hallaron en un cementerio de la localidad de Falfurrias varias tumbas -descritas como fosas comunes-, en las que había decenas de cuerpos de indocumentados.

Después de más de un año, la investigación determinó que la funeraria encargada de los cuerpos que no son reclamados no cometió ningún acto ilegal, lo que indignó a la comunidad ya que un incumplimiento de las normas es evidente: no se realizaron análisis forenses y los restos fueron enterrados en bolsa de basura o sin envoltorio alguno, mezclando huesos de varias personas.

“La gente que ha sido enterrada en esas fosas no son considerados seres humanos. Creo que si en esas fosas se hubieran encontrado enterrados 200 perros o 200 gatos, el caso hubiera recibido mucha más atención de la prensa. Es una vergüenza”, dijo a la BBC el periodista estadounidense John Carlos Frey, quien ha investigado el caso.

Benny Martínez, portavoz de la oficina del alguacil del Condado de Brooks, asegura que lo sucedido en el cementerio del Sagrado Corazón, “es el resultado de la falta de recursos. Creo que dadas las circunstancias y la gran cantidad de cuerpos que se encuentran cada año, los enterramientos se hicieron con la mayor dignidad posible”. AGENCIAS